A las nueve menos veinte de la noche,
Narco,
el grupo del barrio de la Macarena, daba el pistoletazo de salida a un concierto con la potencia que avala sus directos: un
universo salvaje, agresivo, auténtico, sin pelos en la lengua y en el que los necesitados, los débiles, los que no tienen voz
o no pueden hablar, son siempre protagonistas. Temas como “A Tomar por Culo el Mundo”, con la que abrieron el concierto, “Siempre
Enmarronado”, “Vizco”, “Tu Dios de Madera” o “Seke-6”, en los que
combinan la electrónica y los samples, el scratch y la distorsión,
en la dosis justa y necesaria para que el mensaje sea entendible y llegue sin manipulación, sin edulcorantes ni aditivos. Un grupo
muy bien conjuntado que dejó muy buena impresión durante los cuarenta y cinco minutos de su actuación, sabiamente dirigida por un
entregado
Vikingo M.D.,
quien saltó en dos ocasiones del escenario para confundirse en un abrazo enloquecido con los asistentes, que otra vez, y ya van
muchas, acudieron en masa para arropar a sus ídolos.
No eran las nueve y media de la noche cuando
Reincidentes,
capitaneados por
Fernando Madina,
salían al escenario para intentar igualar la entrega y las ganas de
Narco.
Y aunque el comienzo fue bastante precipitado (los micros no estaban
colocados y el sonido era defectuoso), dejaron muy buen sabor de oído en sus casi cincuenta minutos de actuación.
A su cita obligada acudieron temas como
¡Ay Dolores!,
Buenos Tiempos,
La Republicana,
coreada por un público siempre entregado,
La Historia se Repite,
La Infancia en un Cargador!,
Terrorista,
la preciosidad titulada
La Ciudad de los Sueños,
con la que todos comprendimos que esa noche los protagonistas éramos nosotros, los soñadores, o
Aprendiendo a Luchar,
que puso punto y final a su actuación.
Cinco minutos después volvían a la carga los dos grupos para descargar juntos temas como
Vota a Nadie,
Grana y Oro,
DJ Muerto,
Madre,
Nazis Nunca Más,
¡Sahara Adelante!,
Vicio,
tan llena de adrenalina y que acabó con algún espectador subiéndose al escenario y lanzándose al público (hacía tiempo que no
lo veía),
Cucaracha,
Jartos d´Aguantar y
Puta Policía,
con la que pusieron punto y final a un frenético concierto de casi tres horas de duración en la que las rondas de chupitos de
güisqui ofrecidas por
Vikingo M.D.,
la perfecta conexión con el público y el saber agradar, estuvieron siempre presentes. Aquí sobran las lentejuelas y las poses;
esto es la Vida: dos grupos
(Narco y
Reincidentes)
que no sólo nos cantan nuestras miserias sino que las sufren, las comparten y las entienden. La semilla del diablo está plantada;
de todos nosotros depende que se pudra o que germine.
La reseña del concierto no sería completa si no termináramos alabando la acertada
política de conciertos que desde hace algún tiempo lleva a cabo la sala
Penélope,
tratando (y consiguiendo) que lo más selecto del panorama musical patrio se suba a su escenario para acercar así al gran público
la calidad de su música. El resultado es una sala siempre llena de incondicionales cuyo único propósito es disfrutar con la música,
la buena música. Preguntar por la calle
Hilarión Eslava
es obtener como respuesta:
“¡Sí hombre, donde está la Penélope!”.
Y eso ya dice mucho de una sala.
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